sábado, 5 de marzo de 2011

Matices

No lo sé, simplemente digo que me harté de tratar de hallarle la veracidad a una premisa que jamás tuvo argumentos, ni bases, ni posición sólida en donde sostenerse, pero hablar de esto, con quienes causan mayor efecto no es más que un simbolismo de un eclipse, porque es como intentar ocultar lo que yace muerto.

Partí vuelo, de nuevo, a la locura de mi imaginación, e intenté jugar en solitario la danza de la traición, en donde era el cisne que elevaba vuelo y caía muerto en el olvido, en el ayer, Pero no sirvió de nada, porque aun tratando de salir de mi misma, en lo claro del agua ví aquel reflejo, y sollocé lento y cálido, transitando a prisa, ciega entre los helechos, mojando mis desnudos pies, llegando al farol roto que había alumbrado mi camino y hablé en metáfora, canté al olvido, me entregué a la incógnita, a la fusta fugaz y dura del desecho, del silencio.

Me auxilié en la asfixia, aunque suene ilógico, sentía más calma cuando me perdía de todo lo visible en mi exterior y encerrada en mí misma convocaba a vientos del oeste para que me llevaran lejos de aquí, de este lugar, del lugar del nunca jamás, aquel siempre fue un nada, y la nada siempre fue un nunca, un cántico sustancioso de la palabra final.

Recorrí en vano el paraíso, harta de mirar siempre la belleza, lo puro, lo tranquilo. ¡Quiero crudeza!, ¡Sonoridad!, quiero sentirme en compañía, porque esto no es vida, no es gente, no es soledad, esto no es nada, es solo espacio, materia incomprendida, inexistente, blasfema en códices y truéques con la brevedad.

jueves, 24 de febrero de 2011

Vorágine Distópica: Recuerdos Forzados

(Goteo, Goteo) -¿¡Pero sí lo oyes!?- 

Oscuridad, la determinación no valía de nada cuando no podías ver

(Golpeteo, Golpeteo) - ¿¡Pero que es!? -

El salón superior se inundaba de insensatez y de voces testarudas, segadas entre la ignorancia

- Suena a agua, huele a sangre, el silencio me sabe amargo, a sucio... Sí, a suciedad, enmohecido, como el descuido mismo... -

Había demasiado silencio, tanto que los aullidos del viento, camuflados, entraban en forma de voces

- ¡Salgamos!, ¡Huyamos!, ¡Corramos sin saber a donde! -

Mi conciencia jugaba partida doble y se apoderaba de todas las fichas para hacerme perder conciencia, para hacerme inerte, inútil, frenético, ¡Esquizofrénico!

- Torbellino, torbellino, huele a lluvia, a tormenta... ¡Palpa!, ¡Siente!, ¡Déjame sentir!... -

Toqué sin contradecir a mi conciencia, pero solo sentía el suelo duro y áspero y los grilletes  no permitían que me moviese mucho, pero en ese reducido espacio lograba sentir lo escabroso del sitio, y abría movido mis piernas de no ser porque no las sentía, se encontraban estáticas, sumidas en un sueño inmóvil

- ¿¡Don estoy!?, ¡Este no es el salón!, ¡Dime donde estamos!, ¿¡Qué rayos!? -

De nuevo, el viento soplaba de nuevo, susurrando mentiras que me hacían enloquecer (Susurros, quejidos... las hojas que callan se mueven coléricas)

 - ¡Cállalo!, ¡Calla al viento! ¿Por que nos dice que estamos lejos?, ¡No!, ¡Cállalo!... dile que se detenga, que no me grite al oído que estamos perdidos...-

Traté de incorporar mi cuerpo, pero estaba inmóvil, solo podía mover mis manos, y sentía pesados los grilletes. Cuanto desconcierto, trataba de mantener la calma... Pero, ¿Que es lo ocurre? (Que ocurre, Que ocurre, Que ocurre)

- ¡Cállalo!... De nuevo, el viento me dice que no hay salida -

¿Por qué estaba tan calmo?, ¿Tan insípido?

-¡¡REACCIONA!, ¿¡QUE NO VES QUE ESTÁS DOPADO!?...

Fugacidad, destellos de luz tránsfuga, escalofríos que calan todo el cuerpo, helada nocturna que estremece el alma, imágenes perdidas... Que enceguecen.

-¡Quema!, ¿Por qué quema?, ¿Qué es? -

Venían a mí imágenes en fuga, fugitivas de la presión y la opresión, imágenes de pasillos estrechos y largos, de candelabros cristalinos y luminosos, de luces purpúreas, imágenes sin sonido, todas calmas, de un rostro fornido que se mostraba ajeno al dolor, casi sonriente, casi blando, casi arrogante, casi pedante. Y otra vez venía esa pregunta ¿De donde?

-Tengo miedo, ¡Levántate!, ¡Corre!, -

Respiraba con hiperventilación, me daba cuenta que durante mucho o poco tiempo había perdido totalmente la lucidez, el control de mi cuerpo, había dejado de ser yo mismo. Cerré con fuerza mis ojos, temblando de la cabeza a los pies e intentando moverme de nuevo con todo el brío que me fuese posible, y casi al instante cientos y cientos de punzadas voraces carcomieron cada parte de mi cuerpo, ardiéndome sobre la piel y el olor a sangre era tan fuerte que le asemejaba con la muerte, con aspaviento, con tetricidad.

Junté mis piernas con mis brazos y toqué con asco y pánico montones de llagas sobre mi piel desnuda
-¡No! - Ahogué un aullido escandaloso mientras el viento hacía el efecto de alcohol etílico en mi espalda, sobre largas aberturas que aparentaban ser de latigazos

jueves, 17 de febrero de 2011

Catarsis: Antecedentes de una marcha perdida

La brisa rozó mi rostro libre e inquieto, susurrándome destellos efímeramente fugaces de tranquilidad y no pude evitar pensar, que si las circunstancias, en algún momento dado hubiesen sido mínimamente distintas, ese día en la carretera que pasaba junto a aquel río nunca hubiese irrumpido nuestro momento, ni hubiese perturbado el único rato libre de nuestras perturbadas vidas.
Fue dramático e insólito, de un sonido escalofriante y perdido, el auto se había volcado luego de un feroz estallido; dejando en cúspide caída todo lo que amábamos… Y buscábamos.

Recuerdo a ver pasado mis manos por tu cabello revuelto y ensangrentado, aquél que alguna vez fue terso y suave, casi tan suave como la brisa que pasa en silencio por mis mejillas, ese, tu pelo, ahora yacía entre mis manos tan rizo como de costumbre, tan enredado e incontrolable, como tú, así como había sido siempre y que le daban esa apariencia de alegría inflexible a tu carita.
Me arrodillé aferrándome a ti con las fuerzas que aun me quedaban para sostener mi alma en pie, y apretujé entre mis dedos, el lazo azul que tenías entre las manos, entre tus dedos engarrotados.

Y las luciérnagas revoloteaban con dispersión, haciendo alusión a un lugar bello en medio de una escena siniestra, tan embelesadas en ellas mismas, tan inconcientes, tan inocentes…
El rostro del conductor se había estrellado contra el parabrisas y aquel Fords Roy de color vinotinto opaco había quedado totalmente destruido, casi tanto como la deformación de su rostro, y el color blanco de su piel, amoratado, pedía a gritos suturas en las aberturas más profundas de su carne, ya inerte y muerta.

Traté de levantarme, vano, desorientado, casi al borde de una desesperación frenética, y mis piernas entumidas se tambalearon aun sin a ver conseguido levantarme y te tomé como pude entre mis brazos. Corría con la esperanza de sellar la parte abierta de tu cabeza, así fuese, hasta el último momento, no pararía de correr, trataba de no agravar tus heridas, los daños que habían ocasionado las cortantes latas contra tu cuerpo.

Mis rodillas se vieron dóciles ante el impulso de pesadez y cansancio, y fueron vanos los esfuerzos que hice por no detenerme, ¡Te me ibas!, ya había estado tanto tiempo sin ti ¡No quería perderte!... Tragué saliva, y aparté de mí todo deseo idiota de querer llorar, ¿De que me servían ahora los sentimientos?, sin ti, de nada sirven.
Me arrastré entre lo áspero de las piedras, sentía el golpeteo de los carros cerca, pero al intentar levantarme caí de bruces al piso y encima de ti, y mi esperanza se desvaneció, al igual que todo lo ocurrido afectó a mi visión, y acabó por socavar con todas las esperanzas que aún vivían en mí.

Suplicio: Cap-2

-A pesar de todo, Robet… Viejo amigo mío, tus cabellos ya pintan el color gris brilloso y nacarado aquel de los que alguna vez tuve, y los años ya te pesan en los parpados, y tus ojos, que una vez lucían esa luz especial, se opacan con los días que recorren. Amigo, tu culpa es tanta como la mía.
Pero Robert… ¿Sabes en que diferimos?, yo sigo, calvo y lento por el pasillo de paredes leprosas, con la frente en alto, y la espalda giba, las piernas frágiles, pero respiro en tranquilidad esta atmósfera febril y sombría… Y la respiro, querido Robert, con la sencillez de un alfarero al terminar su obra, porque, quiera o no, esta es mi obra, gústeme o no.

Y se encendió nuestro alrededor, los olores amargos de esencias putrefactas volvían a nuestras mentes, intimidando cada gramo de valentía que nos quedaba de orgullo intenso, que se iba apagando en contrariedad a las llamas que crecían. Bajó su cabeza sofocando una muestra de dolor herido e insatisfacción, y volvió a mirarle atenuante y decidido a convencer con su punto, pero calló a su ego, y dejó que sus palabras afloraran libres y sin razón, de todas formas, sabíamos todos desde el principio, que aquel sería el día de nuestro entierro.
Cerró sus ojos, y se volteó despacio para mirar su rostro de reojo en el espejo, y apreció debajo de más de un par de arrugas, a un viejo solitario y aislado y sonrió tímido ante la perplejidad tan marcada en su acento, que le emanaba hasta por los poros, dibujando las líneas de su rostro, que ahora envejecidas, mostraban el transcurso de un infante masacrado en su interior que fue creciendo.

- No me hagas mirar el pasado

Solo así dijo, simple, cortante y fugaz.

-Cada año Jeff, vengo a sacarte de la miseria; cada año te busco de esquina a esquina, rastreando tus pasos castos de sencillez, pero nunca había dado contigo.

Corrió con pesadez la mesa que tenía al lado y pasó sus dedos sacudiendo el polvo que agrumado dejaba marcas en el cristal.

-No tenías porque, si esperabas un agradecimiento, no lo obtendrás de mí Robert, claramente había dejado escrito entre la arena que me iba a marchar, que me iba para jamás regresar, que prefería sequía a llenura sin sabor… Y es que, aun prefiero Robert, morirme entre la miseria que volver a revivir todo lo que dejé atrás.

Apreté los puños a mis costados con una fuerza banal, ya ningún esfuerzo era suficiente para lograr expresar mi ira, después de todo, solo hacía parte de un pequeño escenario en una obra teatral, a la cuál no quería asistir.

- ¡No puedes hartarte de todo y simplemente irte!, es solo testarudez tuya, ¡podrías a ver triunfado!, podrías….

-Podría a ver dejado todo lo que era a un lado, ¿verdad?, podría a ver dejado todo, por un nada, por una modalidad simplista de pensamiento en que todos marchamos por un mismo lugar.

Su ira aumentó funesta, y revocó todo esfuerzo de contención que pudiese habitar en él. Se levantó ipso facto, caminando de un lado a otro, tensionado, fúrico de tanta perplejidad que le producía el hecho de negación total de su amigo de infancia.

martes, 1 de febrero de 2011

Suplicio: Cap-1

-¿Y bien?... deja de mirarte al espejo, ¿Que no entiendes que por más que le veas siempre serás lo mismo?, entiende de una buena vez que lo que has sido de niño lo seguirás siendo siempre, hasta el fin de tus días, basta ya de melancolías... ya es tarde, ¡solo mírate!, dime, ¿que vez?, atrévete a decir que no es el mismo rostro que le ha fallado a tantos, o es el mismo que una vez prometió tanto y no pudo cumplir nada.

Se miró al espejo, un espejo roto a un costado, gris del polvo que le había marchitado durante tantos años, y machas que le salpicaban las esquinas dándole un aspecto triste y desalentador, tanto como lo había sido el dueño del lugar, un anciano de pocas canas en su cabeza, no porque los años no hubiesen querido aparecer sobre él, si no porque sus cabellos se habían caído de las mismas formas en que sus ánimos iban en declive año tras año, instante tras instante...
El resonar del reloj.. tic,tac,tic,tac... siempre le acompañaba en la cocina, su único lugar de tranquilidad, donde solía pasar las tardes sumido entre recuerdos de algo que nunca sucedió pero que en su mente se movía como faroles fugaces y centellas que custodiaban con recelo la puerta a la realidad, la cuál los centinelas no permitían abrir por miedo a que el bello sueño se acabase. Pero, como una vez había leído el abuelo entre viejos libros, "es mejor caer en cuenta en el mismo instante en que se presenta el dolor ante tus ojos... que esperar a que tu carne muera consumada entre la mentira, una mentira que las oscuras aguas de tus ojos han creado para morir en ellas con gusto complaciente y agonizante". Si, el anciano había muerto en la cocina, entre un trozo de pan y su café aguado que de ves en cuando podía preparar, cuando el poco dinero que conseguía se lo permitía, había muerto en el piso, una noche de enero, una noche luego de que el despertar de las alegres melodías dieran a conocer la llegada de un año nuevo, y, sin saberlo, también el cumpleaños del viejo, quien muere con una sonrisa entre los labios, una que aun no logro comprender... vivir tan alegre entre tanta miseria, que ironía...

-Sí, me veo, el mismo rostro maltratado de siempre, el viejo rostro familiar y conocido que me ha acompañado durante estos largos años de mi vida, que ha soportado las tormentas y ventiscas que le han azotado entre las bancas del parque en el que solía dormir, el mismo de siempre, ese que nunca cambia, el que se mantiene, el rostro que le ha fallado a tantos, y...

Se volteó para poder verle la cara, una cara amiga que le había servido de apoyo entre sollozos cuando más lo necesitaba, cuando en verdad le habían hecho falta las fuerzas necesarias para sobrevivir... ese tormento de andar solo y hundido en el fango hasta la cabeza, entre problemas y pleitos.
Recordé entonces, cuando todos éramos jóvenes, cuando éramos niños, vi pasar los mejores momentos de mi vida, cuando tenía todo, cuando no tenía nada, cuando no necesitaba de nada para ser feliz... pero... me faltaba tan poco para entrar en colapso, recordar esas cosas me hacían pensar en todo el tiempo que había derrochado y dedicado a ocasiones y situaciones inservibles que no llevarían a ningún lado y me lamenté por lo que deje de hacer, y más aun... por lo que dejaría pasar por miedos absurdos, por miedo a que todo marchara tan bien que un día desprevenido todo se me viniese encima...

De nuevo, el reloj sonaba, cortando la sangre del que había visto su aterrador reflejo ante el espejo, haciendo que los escalofríos le calaran hasta la medula y aquel frío helado pasara desapercibido aforrándose a las paredes demacradas de la habitación.
Le miró durante instantes que parecieron ser siglos de silencio, ¡como se había empezado a desmoronar la pared de hierro que se habían montado unos a otros!, sin atreverse a decir lo que pensaban.. O sentían... tal vez por miedo, pero todos sabíamos porque era... no queríamos desinhibir nuestros pesares en lo que parecía, sería nuestro lecho de muerte.

viernes, 21 de enero de 2011

Crónica I: Fuga

Corrí sin fin, en huída a la crueldad del látigo furibundo del que no veía como si en vez de ser yo, fuese alguien más corriendo por mí, no me cansaba, no reía, no lloraba, de rostro inescrutable, los ánimos se me habían pulverizando de a poco, tan lento, tan crudo y ya me tenías con sinceridad harta de rodar y rodar entre la tierra eriza y ruda, me tenías harta de tanta llaga, de tanta porquería. Sinceramente, harta de ti.

Crucé la puerta, tus pasos gruesos y sonoros me retumbaban en lo más duro del alma, como si no bastara ya con taladrarme de manera tan exuberantemente dolorosa, pero eso nunca te importó ¿no?, a fin de cuentas, soy solo un rastrojo más del montón, hundida entre la legumbre, como muchas otras, ahogada entre lo vacío y tenue de una voz pequeña, dulce, corta.
Y tus ojos negros, calcinaban con la mirada cada parte de mí, como si me odiaran… y es que me odias y yo te odio a ti, legumbre muerta, tanto como me has hecho sufrir durante todos los años de mi vida.

Carecía de sentido y el sabor amargo que ahora me sabía a mierda cada vez que caminaba, y te odié aún más… por dejar que me muriera en este infierno.
Amelia, te odio.

Lloré con tristeza desquebrajada entre una esquina y otra cerca de la que había sido mi casa de infancia, mi terror eterno, mi dolor, mi terror, esa casa maldita era lo más vívido que podía haber a lo que odiaba, era poderío absurdo y cruel de una infancia de abusos y daños tanto psicológicos como físicos, y lo peor era que todo era un infame silencio…
Y tirada en el suelo miré de oriente a occidente y no vi nada, la neblina ya había pasado más halla de mis nudillos y no lograba verme las manos ni siquiera en frente de mi rostro.

-¡Te pesará!, ¡Lo juro por todas las tardes perdidas!, ¡Por todo el dolor vivido!, ¡Juro que te dolerá por todas y cada una de las lágrimas que he desperdiciado por ti!, ¡Te juro que morirás calcinada, igual que yo!

La garganta terminó cansada, ardida, dolida y molesta hasta estallar en decenas de graznidos feroces, tan ardidos que la sangre se podía sentir en la garganta y sollocé trémula y a la intemperie en medio de la nada, pero a veces la nada es mejor que algo… que ese algo que, en realidad, nunca fue nada.

-Cuanto te odio a ti, y a todos… !odio al mundo entero!,por que nunca me escucharon... así como me odio a mi misma, porque nunca me amé, y tú Amelia, cuando pude sentirme amada, hiciste que muriera entre la más dura desilusión que hubiera podido vivir en toda mi vida… Amelia, lamentarás con sangre, sudor y dolor todo lo que me hiciste… Amelia, morirás. Y en la cumbre te sentirás tranquila y solo ahí entenderás que no eres más que lo que siempre has sido, rastrojo… muerte pura.

Temblé del frío y me dormí entre la miserable calle que me otorgaba una sensación de familiaridad repentina, siniestra, pero inmensamente tranquilizante entre la hostilidad del aire que me rodeaba, a final de cuentas, ya estaba acostumbrada a vivir entre la miseria casi absoluta, ¿Qué no es miseria acaso la soledad excesiva?, sí, si lo es…