Suplicio

Historia completa, desde el cap-1 en adelante

Cap-1
-¿Y bien?... deja de mirarte al espejo, ¿Que no entiendes que por más que le veas siempre serás lo mismo?, entiende de una buena vez que lo que has sido de niño lo seguirás siendo siempre, hasta el fin de tus días, basta ya de melancolías... ya es tarde, ¡solo mírate!, dime, ¿que vez?, atrévete a decir que no es el mismo rostro que le ha fallado a tantos, o es el mismo que una vez prometió tanto y no pudo cumplir nada.

Se miró al espejo, un espejo roto a un costado, gris del polvo que le había marchitado durante tantos años, y machas que le salpicaban las esquinas dándole un aspecto triste y desalentador, tanto como lo había sido el dueño del lugar, un anciano de pocas canas en su cabeza, no porque los años no hubiesen querido aparecer sobre él, si no porque sus cabellos se habían caído de las mismas formas en que sus ánimos iban en declive año tras año, instante tras instante...
El resonar del reloj.. tic,tac,tic,tac... siempre le acompañaba en la cocina, su único lugar de tranquilidad, donde solía pasar las tardes sumido entre recuerdos de algo que nunca sucedió pero que en su mente se movía como faroles fugaces y centellas que custodiaban con recelo la puerta a la realidad, la cuál los centinelas no permitían abrir por miedo a que el bello sueño se acabase. Pero, como una vez había leído el abuelo entre viejos libros, "es mejor caer en cuenta en el mismo instante en que se presenta el dolor ante tus ojos... que esperar a que tu carne muera consumada entre la mentira, una mentira que las oscuras aguas de tus ojos han creado para morir en ellas con gusto complaciente y agonizante". Si, el anciano había muerto en la cocina, entre un trozo de pan y su café aguado que de ves en cuando podía preparar, cuando el poco dinero que conseguía se lo permitía, había muerto en el piso, una noche de enero, una noche luego de que el despertar de las alegres melodías dieran a conocer la llegada de un año nuevo, y, sin saberlo, también el cumpleaños del viejo, quien muere con una sonrisa entre los labios, una que aun no logro comprender... vivir tan alegre entre tanta miseria, que ironía...

-Sí, me veo, el mismo rostro maltratado de siempre, el viejo rostro familiar y conocido que me ha acompañado durante estos largos años de mi vida, que ha soportado las tormentas y ventiscas que le han azotado entre las bancas del parque en el que solía dormir, el mismo de siempre, ese que nunca cambia, el que se mantiene, el rostro que le ha fallado a tantos, y...

Se volteó para poder verle la cara, una cara amiga que le había servido de apoyo entre sollozos cuando más lo necesitaba, cuando en verdad le habían hecho falta las fuerzas necesarias para sobrevivir... ese tormento de andar solo y hundido en el fango hasta la cabeza, entre problemas y pleitos.
Recordé entonces, cuando todos éramos jóvenes, cuando éramos niños, vi pasar los mejores momentos de mi vida, cuando tenía todo, cuando no tenía nada, cuando no necesitaba de nada para ser feliz... pero... me faltaba tan poco para entrar en colapso, recordar esas cosas me hacían pensar en todo el tiempo que había derrochado y dedicado a ocasiones y situaciones inservibles que no llevarían a ningún lado y me lamenté por lo que deje de hacer, y más aun... por lo que dejaría pasar por miedos absurdos, por miedo a que todo marchara tan bien que un día desprevenido todo se me viniese encima...

De nuevo, el reloj sonaba, cortando la sangre del que había visto su aterrador reflejo ante el espejo, haciendo que los escalofríos le calaran hasta la medula y aquel frío helado pasara desapercibido aferrándose a las paredes demacradas de la habitación.
Le miró durante instantes que parecieron ser siglos de silencio, ¡como se había empezado a desmoronar la pared de hierro que se habían montado unos a otros!, sin atreverse a decir lo que pensaban.. O sentían... tal vez por miedo, pero todos sabíamos porque era... no queríamos desinhibir nuestros pesares en lo que parecía, sería nuestro lecho de muerte.

Cap-2
-A pesar de todo, Robet… Viejo amigo mío, tus cabellos ya pintan el color gris brilloso y nacarado aquel de los que alguna vez tuve, y los años ya te pesan en los parpados, y tus ojos, que una vez lucían esa luz especial, se opacan con los días que recorren. Amigo, tu culpa es tanta como la mía.
Pero Robert… ¿Sabes en que diferimos?, yo sigo, calvo y lento por el pasillo de paredes leprosas, con la frente en alto, y la espalda giba, las piernas frágiles, pero respiro en tranquilidad esta atmósfera febril y sombría… Y la respiro, querido Robert, con la sencillez de un alfarero al terminar su obra, porque, quiera o no, esta es mi obra, gústeme o no.

Y se encendió nuestro alrededor, los olores amargos de esencias putrefactas volvían a nuestras mentes, intimidando cada gramo de valentía que nos quedaba de orgullo intenso, que se iba apagando en contrariedad a las llamas que crecían. Bajó su cabeza sofocando una muestra de dolor herido e insatisfacción, y volvió a mirarle atenuante y decidido a convencer con su punto, pero calló a su ego, y dejó que sus palabras afloraran libres y sin razón, de todas formas, sabíamos todos desde el principio, que aquel sería el día de nuestro entierro.
Cerró sus ojos, y se volteó despacio para mirar su rostro de reojo en el espejo, y apreció debajo de más de un par de arrugas, a un viejo solitario y aislado y sonrió tímido ante la perplejidad tan marcada en su acento, que le emanaba hasta por los poros, dibujando las líneas de su rostro, que ahora envejecidas, mostraban el transcurso de un infante masacrado en su interior que fue creciendo.

- No me hagas mirar el pasado

Solo así dijo, simple, cortante y fugaz.

-Cada año Jeff, vengo a sacarte de la miseria; cada año te busco de esquina a esquina, rastreando tus pasos castos de sencillez, pero nunca había dado contigo.

Corrió con pesadez la mesa que tenía al lado y pasó sus dedos sacudiendo el polvo que agrumado dejaba marcas en el cristal.

-No tenías porque, si esperabas un agradecimiento, no lo obtendrás de mí Robert, claramente había dejado escrito entre la arena que me iba a marchar, que me iba para jamás regresar, que prefería sequía a llenura sin sabor… Y es que, aun prefiero Robert, morirme entre la miseria que volver a revivir todo lo que dejé atrás.

Apreté los puños a mis costados con una fuerza banal, ya ningún esfuerzo era suficiente para lograr expresar mi ira, después de todo, solo hacía parte de un pequeño escenario en una obra teatral, a la cuál no quería asistir.

- ¡No puedes hartarte de todo y simplemente irte!, es solo testarudez tuya, ¡podrías a ver triunfado!, podrías….

-Podría a ver dejado todo lo que era a un lado, ¿verdad?, podría a ver dejado todo, por un nada, por una modalidad simplista de pensamiento en que todos marchamos por un mismo lugar.

Su ira aumentó funesta, y revocó todo esfuerzo de contención que pudiese habitar en él. Se levantó ipso facto, caminando de un lado a otro, tensionado, fúrico de tanta perplejidad que le producía el hecho de negación total de su amigo de infancia.

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