sábado, 5 de marzo de 2011

Matices

No lo sé, simplemente digo que me harté de tratar de hallarle la veracidad a una premisa que jamás tuvo argumentos, ni bases, ni posición sólida en donde sostenerse, pero hablar de esto, con quienes causan mayor efecto no es más que un simbolismo de un eclipse, porque es como intentar ocultar lo que yace muerto.

Partí vuelo, de nuevo, a la locura de mi imaginación, e intenté jugar en solitario la danza de la traición, en donde era el cisne que elevaba vuelo y caía muerto en el olvido, en el ayer, Pero no sirvió de nada, porque aun tratando de salir de mi misma, en lo claro del agua ví aquel reflejo, y sollocé lento y cálido, transitando a prisa, ciega entre los helechos, mojando mis desnudos pies, llegando al farol roto que había alumbrado mi camino y hablé en metáfora, canté al olvido, me entregué a la incógnita, a la fusta fugaz y dura del desecho, del silencio.

Me auxilié en la asfixia, aunque suene ilógico, sentía más calma cuando me perdía de todo lo visible en mi exterior y encerrada en mí misma convocaba a vientos del oeste para que me llevaran lejos de aquí, de este lugar, del lugar del nunca jamás, aquel siempre fue un nada, y la nada siempre fue un nunca, un cántico sustancioso de la palabra final.

Recorrí en vano el paraíso, harta de mirar siempre la belleza, lo puro, lo tranquilo. ¡Quiero crudeza!, ¡Sonoridad!, quiero sentirme en compañía, porque esto no es vida, no es gente, no es soledad, esto no es nada, es solo espacio, materia incomprendida, inexistente, blasfema en códices y truéques con la brevedad.